Cerramos el 2024 con una inflación que se mantiene dentro del rango meta del Banco Central de Reserva del Perú, un logro que refleja el esfuerzo por estabilizar nuestra economía.
Pero, ¿qué significa esto para el sector automotor? Como alguien que vive y respira el mundo de los autos, veo este panorama como una oportunidad, pero también como un recordatorio de los desafíos que aún enfrentamos.
Por un lado, la reducción del tipo de cambio en los últimos meses trajo alivio a muchos actores del mercado automotor. Los precios de los vehículos nuevos experimentaron una ligera baja en diciembre, impulsados por campañas promocionales y un entorno económico más favorable. Sin embargo, a lo largo del año, el rubro cerró con un aumento del 2.97%, mostrando que aún hay margen para optimizar costos y mejorar el acceso a vehículos de calidad para los peruanos.
En el ámbito de transporte público y privado, el alza en pasajes interprovinciales y aéreos refleja la presión estacional típica de fin de año, pero también pone de relieve la necesidad de sistemas de transporte más eficientes y accesibles. Aquí es donde el sector automotor podría jugar un rol más activo. Por ejemplo, promover vehículos con tecnología más económica y ecológica puede ser una solución para reducir costos operativos y mejorar la sostenibilidad.
Por otro lado, el mercado de vehículos eléctricos e híbridos en Perú sigue siendo un tema pendiente. Si bien hemos visto avances, como la llegada de modelos más accesibles y estaciones de carga en ciudades principales, la adopción masiva aún está lejos. Una inflación controlada debería ser el momento perfecto para que las políticas públicas incentiven a los consumidores y promuevan tecnologías limpias.
Sin embargo, no todo depende de los números macroeconómicos. Como país, seguimos siendo vulnerables a fenómenos climáticos y sociales. Cada vez que ocurren estos eventos, el sector automotor sufre interrupciones en la cadena de suministro, encarecimiento de repuestos y menor demanda. Aquí, la planificación y la diversificación son claves.
Finalmente, no puedo ignorar el impacto del consumidor moderno en este ecosistema. Hoy más que nunca, los compradores buscan más que una ficha técnica: quieren tecnología, eficiencia y responsabilidad social en los productos que adquieren. Esto nos obliga a innovar y a comunicarnos mejor, destacando las fortalezas de nuestros productos y servicios.
El 2025 nos trae un horizonte económico estable, pero también la responsabilidad de usar esta estabilidad como plataforma para crecer, innovar y construir un sector automotor más resiliente y competitivo. ¿Estamos listos para el desafío? Yo creo que sí, y estoy emocionado por ser parte de este cambio.